La guerra silenciosa contra el terrorismo

Archivo Progreso • 29 de septiembre, 2010

Por Jane Franklin

(Esta es una versión editada del artículo original, que usted puede acceder aquí:http://www.zcommunications.org/the-silent-war-against-terrorism-by-jane-franklin )

 

El 19 de septiembre de 1960, Fidel Castro y Malcolm X celebraron una histórica reunión en el hotel Theresa de Harlem. Cincuenta años más tarde, personas llenaron un salón de reuniones en el Adam Clayton Powell State Office Building en la Calle 125 para conmemorar esa reunión. Entre ellos estaban el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla y el embajador de Cuba ante las Naciones Unidas, Pedro Núñez Mosquera.

Qué conmemoración tan diferente podríamos haber tenido si importantes líderes como Malcolm X, Patrice Lumumba, Martin Luther King, Jr., Fred Hampton y muchos otros no hubieran sido asesinados. Cuando Malcolm X se reunió con Fidel Castro, hablaron sobre el Primer Ministro Patrice Lumumba del Congo, un líder cuya importancia para África y para todos nosotros fue reconocida a nivel mundial. Sólo cinco días antes, Lumumba había sido derrocado por el coronel Joseph Mobutu, con el apoyo de la CIA. Cuatro meses después, Lumumba fue ejecutado. Y menos de cinco años más tarde Malcolm X fue asesinado.

¿Cómo escapó Fidel Castro más de 600 intentos de asesinato? No es una exageración; realmente más de 600 intentos fueron cometidos para matar a Castro. Y la respuesta a esa pregunta es: Debido a que los agentes de inteligencia cubanos han arriesgado sus vidas por más de 50 años para tratar de prevenir los asesinatos y otras acciones terroristas contra el pueblo cubano. Cinco de estos valerosos agentes, conocidos como los Cinco Cubanos, han permanecido en cárceles estadounidenses bajo cargos falsos por 12 años.

En 1958, antes del triunfo de la Revolución, ya habían ocurrido intentos de matar a Castro. Fue entonces que la CIA comenzó su campaña para matarlo tan pronto la Revolución tomara el poder.

Mientras Fidel Castro y Malcolm X se reunían en Harlem, la CIA reclutaba a la mafia para que le ayudara a asesinar a Castro. Washington creó un Estado de Sitio, incluyendo la invasión, los ataques armados de infiltración, bombardeos, incendios provocados, sabotaje, y la prohibición de comerciar con Cuba y viajar a Cuba.

La Guerra del Terror obligó a Cuba a distorsionar su economía al tener que ocupar a sus Fuerzas Armadas Revolucionarias y la milicia popular en la defensa constante del país. A partir de esta dinámica entre los terroristas y sus objetivos surgieron dos organismos opuestos: Por un lado, un ejército de terroristas con base en los Estados Unidos y por el otro, el Departamento de Seguridad del Estado de Cuba, o G-2, que adiestraba a sus agentes de inteligencia para descubrir e impedir los planes de ese ejército de terroristas.

Cuba nunca ha tenido la opción de enviar sus fuerzas armadas para invadir los Estados Unidos con el fin de eliminar los grupos terroristas que tratan de dañarla. En su lugar, el G-2 ha tenido que infiltrar agentes en esos grupos para descubrir sus planes. Fabián Escalante, ex jefe del Departamento de Seguridad del Estado, ha escrito ampliamente acerca de esta “guerra silenciosa contra el terrorismo.”

El pueblo norteamericano no sabía nada de la decisión de la CIA, en agosto de 1960, de reclutar al crimen organizado para que le ayudara a asesinar a Castro. Pero en 1975, a raíz de la guerra de Vietnam, el Comité Selecto de Inteligencia del Senado llevó a cabo audiencias que incluyeron testimonios sobre la contratación de asesinos mafiosos. Ese comité del Senado, por cierto, no se ocupó sólo de Cuba sino también de la participación de la CIA en otros asesinatos, incluyendo el de Patrice Lumumba.

Los planes para la invasión a través de la Bahía de Cochinos y los planes para una nueva invasión, la Operación Mangosta, se mantuvieron en secreto para los norteamericanos, pero el G-2 se enteró de los planes de inmediato.

Debido a que Cuba estaba preparada para la invasión, los invasores de Bahía de Cochinos fueron derrotados en menos de 72 horas. Cuando Cuba liberó a más de un millar de los invasores que fueron capturados, éstos se unieron a otros emigrados cubanos para recibir entrenamiento adicional de manos de la CIA. De 1963 a 1966, unos 300 agentes de la CIA, tales como E. Howard Hunt, trabajaron en una estación de la CIA con sede en la Universidad de Miami, entrenando a miles de emigrados cubanos que se convirtieron en el núcleo de la red de terroristas que siguen operando en la actualidad.

Algunos veteranos de Bahía de Cochinos se enrolaron en Fort Benning, Georgia, para el entrenamiento de la CIA, que les dio a todos el grado de teniente de ejército. Fort Benning no era entonces la sede de la Escuela de las Américas, que no se trasladó a Fort Benning desde Panamá hasta el año 1984. La CIA entrenaba terroristas en muchas bases distintas.

Dos graduados de Fort Benning fueron Luis Posada Carriles y Jorge Mas Canosa. Posada le dijo al New York Times que “la CIA nos enseñó todo – todo. [...] Nos enseñaron explosivos, cómo matar, poner bombas, nos entrenó en actos de sabotaje.” En esa entrevista, publicada en la primera plana del New York Times el 12 de julio y 13 de julio de 1998, Posada afirmó que Jorge Más Canosa, presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana, fue su financista.

El Presidente Ronald Reagan creó la Fundación Nacional Cubano-Americana. A continuación, ungió a Mas Canosa como su líder. Esta organización, compuesta por millonarios cubano-americanos, fue la más poderosa e influyente de todas las organizaciones cubanas en Estados Unidos. Se ha denunciado que poseía su propio brazo militar para asesinar a Fidel Castro y derrocar al gobierno cubano. La FNCA forjó tanto la Ley Torricelli como la Ley Helms-Burton, que endurecieron el embargo comercial contra Cuba en la década de 1990.

Luis Posada Carriles se convirtió en un asesino a sueldo de la CIA, especializándose en tratar de matar a Castro durante sus viajes al extranjero – por ejemplo, a Chile en 1971. Pero en 1976, la investigación del Senado produjo un informe que la administración Ford sabía que iba a recomendar que la CIA dejara de asesinar a personas en todo el mundo. Así que la CIA privatizó sus empresas de asesinato. Posada fue retirado de la nómina de la CIA en febrero de 1976, para convertirse en un asesino independiente financiado por los cubanoamericanos adinerados.

Posada desencadenó una campaña de terror, vinculándose con Orlando Bosch en el Comando de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU), dedicado al terrorismo contra Cuba y las instituciones e individuos considerados como amigos de Cuba. En los últimos seis meses de 1976, CORU detonó 50 bombas en varios países.

Su ataque más sangriento ocurrió el 6 de octubre de 1976, cuando Posada y Bosch planearon dos explosiones que hicieron estallar un avión de pasajeros de Cubana de Aviación, matando a todas las 73 personas a bordo – la primera vez que el hemisferio occidental chocara con terroristas cuyo objetivo era matar a todos los pasajeros y la tripulación de un avión civil. La próxima vez que tal cosa sucedió fue el 9 de septiembre de 2001.

En 1998, agentes del FBI viajaron a La Habana, donde las autoridades cubanas les dieron un vasto volumen de información recopilada por agentes cubanos acerca de los terroristas establecidos en los Estados Unidos. Pero en vez de arrestar a los terroristas, el FBI arrestó a los cubanos que habían reunido las pruebas. Los Cinco – Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Ramón Labañino, Fernando González y René González – fueron juzgados y condenados en Miami.

El Undécimo Tribunal del Circuito de Apelaciones, en un dictamen que, lamentablemente, fue anulado posteriormente, expresó formalmente que la ciudad de Miami estaba tan inflamada de pasión contra Cuba que no era apta como un sitio para el juicio de cualquier caso relacionado con Cuba donde el demandado no estuviera a favor de derrocar al gobierno cubano.

Como señalara Fidel Castro: “El aspecto más trágico de todo esto para el pueblo de EE.UU. es que, si bien [Héctor] Pesquera [el jefe del FBI en Miami] y sus tropas dedicaron maliciosamente todo su tiempo a la persecución, arresto y fraude del juicio de los cubanos, no menos que 14 de los 19 responsables de los atentados del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas de Nueva York y otros objetivos vivían y se entrenaban precisamente en el área de la cual Pesquera fuera el responsable.”

Afortunadamente, agentes de G-2 similares a los Cinco continuaron su trabajo y descubrieron otro complot para matar a Castro en el año 2000. La mayor parte de los cientos de intentos de matarlo han pasado desapercibidos, pero Fidel Castro se aseguró de llamar al mundo la atención sobre este caso.

Después de llegar a Ciudad de Panamá para asistir a una Cumbre Iberoamericana, Castro realizó una conferencia de prensa para anunciar que Luis Posada Carriles y tres cómplices cubanoamericanos planeaban asesinarlo colocando bombas en el auditorio de la Universidad de Panamá donde él iba a hablar. Incluso reveló dónde la policía podía encontrar a los posibles asesinos. Los agentes de G-2 no sólo salvaron la vida del presidente Castro una vez más, si no también las vidas de cientos de personas, principalmente estudiantes, que llenaron el auditorio de la Universidad de Panamá para oír hablar a Castro.

Sin embargo, Posada y sus cómplices – Gaspar Jiménez, Guillermo Novo y Pedro Remón – fueron acusados y condenados, no por intento de asesinato pero con acusaciones menos graves y fueron indultados en 2004 por la presidenta panameña Mireya Moscoso al fin de su mandato y justo antes de irse a Miami a vivir una cómoda jubilación. Los tres co-conspiradores de Posada de inmediato regresaron a Miami como héroes.

Posada tuvo que ser llevado a escondidas a Miami un año más tarde, porque él es un ciudadano naturalizado de Venezuela, no un ciudadano estadounidense. También él fue recibido abiertamente como un héroe. Detenido por violar las leyes de inmigración, Posada sigue esquivando cargos de asesinato en los Estados Unidos. Se había escapado de una cárcel venezolana en 1985, mientras esperaba comparecer a un juicio por el asesinato de 73 personas a bordo de ese avión en 1976. Desde que Posada reapareció en Miami, el presidente venezolano Hugo Chávez ha pedido reiteradamente su extradición para ser juzgado por esos cargos de asesinato. El Departamento de Justicia no ha respondido a esa solicitud.

Ahora Posada es acusado de perjurio por mentir a funcionarios de inmigración, y su juicio sigue siendo aplazado. Tal vez el Departamento de Justicia espera que muera antes de que revele lo que sabe sobre la CIA, como su abogado ha amenazado que hará si se le lleva a juicio. Mantenerlo en la lista de espera para al juicio facilita al Departamento de Justicia negarse a reconocer las solicitudes de extradición.

Los abogados de Los Cinco siguen tratando de encontrar alguna vía de lograr algún tipo de justicia en su caso, pero en los Estados Unidos es perfectamente legal proteger a los terroristas y encarcelar a los antiterroristas. Luis Posada y Orlando Bosch caminan libremente entre otros terroristas en Miami, mientras que Los Cinco cubanos siguen en prisión.

Mientras tanto, Cuba debe seguir defendiéndose de los actos de terror.

Jane Franklin es una historiadora que ha escrito libros sobre Cuba. Ha publicado numerosos artículos, poemas y reseñas de cine y ha impartido numerosas conferencias sobre Cuba, Vietnam, Nicaragua, El Salvador y Panamá. Para obtener más información, consulte http://janefranklin.info